Matilde Gómez Velázquez

 

 Matilde Gómez Velázquez nace en 1948, en Caracuel de Cva (Ciudad Real), localidad en la que pasa su infancia. Tiempo después se traslada a Corral de Cva (Ciudad Real), municipio en el que reside desde entonces y en el que ha desarrollado su actividad artística.

 Autodidacta por necesidad, la curiosidad, la imaginación y el   inconformismo de una personalidad empáticamente arrolladora, la llevaron a  escribir poemas, cuentos e incluso pequeñas obras de teatro infantil que, junto con la pintura al oleo, fueron los espacios  estéticos por los que transitó  ocasionalmente, pero no era suficiente.

 Una tarde, una puesta de sol exultante llamó su atención y,  abrumada  por la intensidad de los colores decidió capturarlos, uno tras otro. Día tras día, con una pequeña cámara digital doméstica, no profesional y, sin nociones teóricas ni prácticas de fotografía, comenzó la que sería la aventura estética de su vida: la fotografía.

 En 1997 realizó su primera exposición en el Colegio Público de su localidad con 100 fotografías. Por entonces, la temática de sus imágenes captaba y reflejaba de modo realista la trascendencia lumínica de los amaneceres o el declinar espaciado de las puestas de sol.
Una ruina abandonada, el agua, el fuego, un animal, una planta o cualquier otro objeto cotidiano podían  transformarse en protagonistas ineludibles de un espacio fotográfico concreto en el que, una frágil brizna de hierba vislumbraba la composición fractal de un mundo vegetal o, en un brasero podíamos intuir la posición de un planeta o la configuración de una galaxia. Fue aquí, en esta primera exposición donde descubrió el potencial creativo de la metáfora visual y las distintas posibilidades que el cambio de perspectiva podía ofrecer sobre cualquier elemento fotografiado.
Ortega y Gasset, en su ensayo sobre  La deshumanización del arte, decía:

  La metáfora es probablemente la potencia más fértil que el hombre posee.
Todas las demás potencias nos mantienen inscritos dentro de lo real, de lo que ya es. Lo más que podemos hacer es sumar o restar unas cosas de otras. Sólo la metáfora nos facilita la evasión y crea entre las cosas reales arrecifes imaginarios, florecimiento de islas ingrávidas.

     La exposición ganó el corazón de los asistentes  generando una gran expectación por la novedad de sus imágenes. Se trataba  de un proyecto inicial  que le permitió presentar y compartir, ilusionada, el hecho de que otra forma de mirar podía cambiar su percepción de lo real.

 Tras esta primera exposición, la vida fáctica, las distintas necesidades de atención y entrega familiar, paralizaron por completo la actividad de su recién estrenada vocación.

 El tiempo pesaba y pasaba, lento. Desconectada de su fuente, de su espacio creativo, dejando atrás una dura etapa vital, en el 2015 retornó al mundo de  la fotografía con una cámara  Lumix  Panasonic DMC -S3x básica. En esta ocasión y, veinte años después,  en el 2017 apoyada  en todo momento por el  Ayuntamiento de Corral de Cva y por el Grupo Popular de Teatro  local, en el espacio de la XXXIX Semana Cultural, inauguró su  2ª exposición con el título “Ilusiones ópticas de luz. La belleza en colores”. En ella se presentaron, nuevamente más de 100 fotografías,  en las que se evidencia la consolidación de un estilo artístico tan prolífico como  propio.

 A la presentación de este acto asistió Alfredo Sánchez, presidente de la Agrupación Fotográfica Albores, a quien Matilde presentó el trabajo de su primera etapa. El inestimable reconocimiento de Alfredo a su actividad, le  abrió las puertas de esta asociación de la que ella se siente especialmente orgullosa y agradecida de pertenecer, y con la que ha participado ocasionalmente, ya con una Canon SX430 IS, en algunas de sus exposiciones colectivas.

 El estilo fotográfico de Matilde, solo podemos encuadrarlo bajo el epígrafe siempre complejo de la fotografía abstracta. Sus composiciones,  llevadas a cabo sin ningún tipo de retoque digital,  son montajes manuales tan  sofisticados y con un registro cromático tan amplio en el que, realmente, la voluptuosidad de las formas, las texturas de los materiales y los motivos estéticos que utiliza,  sorprenden  por el alto grado de inspiración y percepción sensorial.

 La belleza, la luz y el color, irradian envueltos en un alarde de ensoñación ideal. Invitan complacidos, a través de su obra,  y como si de un viaje místico se tratara, a la exploración de otros mundos, con otra mirada. Trascendiendo los límites de lo real.

¡Que las disfruten! ¡Nada menos y… nada más!

María José Romero.

 

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